James Rhodes: «La música es la prueba innegable de que la bondad existe, lo único siempre bueno»
Cerca de 1.500 personas esperan a las 18:30 de un domingo a que salga un pianista al escenario e interprete piezas de Bach o de Chopin, entre otros. La media de edad del público rondará los 40 y, prácticamente, la mayoría de los presentes reservó ese día en el calendario con meses de antelación. ¿Qué tiene James Rhodes para que haya puesto de moda la música clásica? En las distancias cortas es una persona como cualquier otra, tan normal como podrán llegar a ser los 450.000.000 millones de niños, 1 de cada 6, que han sufrido abusos sexuales en el último año.
La historia de este pianista de 41 años no es un secreto. Él mismo la cuenta sin miedo en su libro Instrumental. Memorias de música, medicina y locura, que fue un gran éxito de ventas durante 2016.
Instrumental narra los abusos sexuales que sufrió desde los 6 a los 10 años por parte de un profesor de gimnasia y las destructivas consecuencias que arrastra a raíz de ese trauma. Intentos de suicidio, drogas, autolesiones para sentirse vivo y otra serie de crudos capítulos de su biografía en los que no falta la luz y la belleza, siempre irradiada por la música. «La primera cosa en la que pienso por la mañana y la ultima en la que pienso por la noche»
«Es como una cicatriz: a veces duele, otras pica, pero cuando toco el piano me olvido por completo»
Un piano y su afán por aprender música fueron el bote salvavidas de este londinense. Cuando tenía 7 años, aun no se habían terminado las brutales violaciones que duraron hasta los 10 años, descubrió una cinta cassette de Bach y «lo cambió todo para siempre». Fue entonces cuando nació en él el deseo de ser músico. «Era un niño raro pero por suerte había música por todos lados y podía escucharla siempre que quería» comenta Rhodes al recordar cómo se enamoro de la música.
Más de tres décadas después está cumpliendo su sueño y cuelga el cartel de ‘entradas agotadas’ en todos sus conciertos. Unos recitales de piano que escapan de los convencionalismos ligados a la música clásica: «La música clásica tiene un serio problema de imagen. La gente ha asumido que necesitas entenderla y tienes que tener dinero, que tienes que entender las diferencias entre alegro y presto. Nada de eso es cierto» critica el pianista.
Quizás es esa la razón de su éxito. Su cómoda indumentaria a la hora de tocar el piano: una sudadera (con el nombre de Bach o Chopin bordado), unos pantalones chinos y unas zapatillas de deporte. La cercanía con la audiencia al interactuar con ella antes de interpretar cada pieza. Sería muy osado señalar un único origen de su acogida pero, claramente, su fórmula funciona.
Los pentagramas y las notas musicales se han convertido en el cimiento de toda su existencia. Para Rhodes, la música es «la prueba innegable que hay bondad en el mundo». De pequeño solía pensar que el mundo era peligroso y un lugar hostil pero luego escuchaba a Mozart o a Chopin y pensaba «¡Joder! ¿Cómo puede existir algo tan perfecto?» y encontraba la prueba de que la vida merece la pena vivirla.
«Lo más triste de todo es que no me haya perdonado ni a mí mismo todavía»
A causa de la alienable violencia que sufrió cuando apenas comenzaba su vida, Rhodes se ha enfrentado cara a cara con las secuelas psicológicas de los abusos y aun sigue haciéndolo. «Es como tener diabetes, siempre vas a tener que inyectarte insulina o tener cuidado con lo que comes» describe.
Este británico relata como algo así te cambia el cerebro. Más si el cerebro en cuestión es el de un niño. Tan frágil, tan moldeable. «Te cambia por completo la forma en que funciona tu mente y no se recupera nunca», explica Rhodes. Determinados pensamientos o sentimientos autodestructivos estarán ahí para siempre y su fuerza para superarlos y ser capaz de ver lo bueno de la vida reside en controlarlos. Un enfrentamiento continuo con su pasado que hay que ganar día a día.
Pero algo así no se consigue solo. Además de buenas amistades y mucha ayuda profesional (médica y psiquiátrica), en el caso particular de Rhodes le ayudó escribir y publicar Instrumental.
En el libro intenta explicar lo difícil que es ayudar a alguien que se odia a sí mismo. Él mismo comenta que muchos días le asalta la idea de que no merece ser feliz. También aconseja, desde la experiencia, sobre cómo enfrentarse a esa infancia reventada y extinguida. Para él es clave contárselo a las personas adecuadas: «Tienes que ser muy cuidadoso. A menudo la familia es la peor opción. Las organizaciones dedicadas a ello o un médico pueden ser buena idea».
El infierno que ha crecido en la mente de Rhodes durante años de tormento solo él lo conoce en su totalidad. A día de hoy, se siente incapaz de perdonar a Peter Lee, el profesor a tiempo parcial de boxeo en el colegio para niños St. John’s Wood que le destrozó la vida. Cuando James denunció los abusos, en Reino Unido los delitos de este tipo no prescriben, se levantaron cargos contra Lee pero éste falleció antes de poder ser llevado a juicio.
El pianista reniega de la necesidad de perdonar para superarlo. «Al cuerno con eso. Yo no pienso que eso sea verdad. Tienes que ganarte el perdón. No pienso que vaya a perdonarle. No todavía». La ira que, aun hoy, siente se presenta en Rhodes como algo práctico: «La ira puede ser la causa de una inmensa creatividad e inmensos cambios. A veces estar enfadado ayuda realmente, te da la energía y nos conduce a hacer cosas», defiende Rhodes antes de decir pensativo que «lo más triste de todo es que no me haya perdonado ni a mí mismo todavía».
«Los agresores te dicen: ‘si lo cuentas cosas malas pasarán’. Yo escribí un libro y casi lo pierdo todo»
La historia de su libro comenzó después de escribir un artículo en el periódico británico The Guardian sobre la creatividad. Después de comprobar su capacidad para redactar, le propusieron escribir sus memorias. «Es una locura, solo tengo 38 años, soy demasiado joven» fue su respuesta. Pero luego pensó que sería una oportunidad perfecta para ayudar a otras personas como él y para hablar sobre música y sobre el incondicional amor que siente por su hijo.
Pero, incluso con las mejores intenciones, no fue nada fácil que Instrumental viera la luz. Su mujer le demandó denunciando que su obra era «tóxica». Por miedo a las repercusiones públicas que pudiera tener la biografía de su marido se enzarzó en una batalla legal que duraría 18 meses.
Durante ese tiempo Rhodes se quedó sin nada, perdió todo su dinero y estuvo a punto de perder la casa. En ese momento sus peores temores cobraron vida ante sus ojos. Tal y como le pasó a Rhodes, los agresores amenazan a sus víctimas con «inimaginables cosas malas» que pasarán si le cuentan a alguien. «Yo escribí un libro contando todo lo que me había pasado y cosas terribles pasaron. Fue casi peor que los abusos en sí» recuerda el músico.
«España es mi país favorito en el mundo»
Finalmente, después un vaivén de juicios y abogados, el Supremo le dio la razón a Rhodes. Y una vez ocupó su puesto en las librerías llegaron los mensajes de agradecimiento. «Lo alucinante del libro, en España en particular,son los cientos y cientos de mensajes de la gente. No solo gente que aquellos que han pasado por problemas similares. Si no gente que dice ‘ahora entiendo porque mi ex marido, o mi ex novia, o mi novia, o mi hija o mi sobrina actúan de la forma que actúan. Porque lo mismo les ha pasado a ellos’, y ahora que han leído el libro entienden lo que les pasa por la cabeza» cuenta Rhodes agradecido por el efecto positivo que tiene su obra.
El artista se despidió de este redactor agradeciendo la forma en la que tratan los medios de nuestro país su historia: «Una de las razones por las que siempre he querido tanto a España es porque siempre se me ha tratado con amor, empatía y amabilidad. No estoy acostumbrado a eso» dice poniendo como ejemplo la buena acogida de Instrumental y el programa Salvados que le dedicó Jordi Évole recientemente.